Me enseñaste a olvidarte
inyectándome demonios
de tu indiferencia…
Ahora tu olvido no evoca
la lluvia en mis ojos,
y el veneno que ingerí
no humedece mi corazón.
Qué pena que te haya olvidado
a pesar que te recuerdo en mis traspatios.
El paradero quedó tranquilo,
ya no será testigo
de tus tontas decisiones.
Las calles que nos recogían
están de fiesta,
ya no verán más el asfalto
de tu INDIFERENCIA.
Eres maestra del olvido
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