Me acostaré contigo
el día que despiertes.
Para entonces me habré marchado
con las alforjas vacías
colmadas en deseos y angustias.
Quizás mis recuerdos
divaguen por los cercos de tus ojos,
y lamentarás no haber vivido
la pasión febril de mis encantos.
Gritará tu ausencia que vuelva,
más la mía no la alcanzará
en sus nocturnos viajes.
Te veré algún día despierta
y sin reconocerte me preguntaré:
¿Valió la pena haberte amado
cuando estabas durmiendo?.
¡El sueño es consanguínea de la muerte!.***
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