Protégela
Señor, que no sufra
la
que un día amé.
Si
fue mi error amarla
déjame
amortizar su pena,
que
esté siempre intacta
recién
inventada.
Si
la marchitas con el frío de la vida
¿a
quién podré amar, Señor?.
No
la castigues,
si
fue mi error
quiero
pagar el precio que sólo los amantes
zambuidos
al laberinto
saben,
callan, sufren…
Te
suplico Señor
que
detengas en tiempo en su piel
para
que continúe pensando que mis plegarias
fueron
las causantes de seguir amándola.
Pero
a ella
no la toques.
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